Confianza y convivencia armónica
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URI: http://hdl.handle.net/10818/28509Compartir
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Rodríguez Iturbe, José BenjamínFecha
2010-06-26Resumen
Quienes gentilmente me invitaron para esta exposición en el grado del MBA del Inalde sugirieron que les hablara de la confianza. Aspiro, respondiendo a esa indicación, dejar a la consideración de Uds. referencias de carácter ético general en torno a un tema central, que me luce importante. Sin confianza y apertura a los demás, cada quién se ubica en una clausura marcada de angustias, recelos, miedos, cuando no de odios. Sin confianza entre marido y mujer no hay hogar que merezca nombre de tal. Sin confianza en el subalterno por parte de quien manda es difícil, por no decir imposible, mandar bien; y, por supuesto, sin confianza hacia quien manda, por parte de quien debe obedecer, no habrá eficacia ni armonía en el ámbito laboral. S. Josemaría Escrivá, cuyo espíritu debe informar la Universidad de La Sabana y el Inalde, que de gobierno de personas y de formación para el mismo sabía, procuró siempre practicar y enseñar el gobierno colegial fundado en la confianza. “Las decisiones de gobierno —nos dice en Surco—, tomadas a la ligera por una sola persona, nacen siempre, o casi siempre, influidas por una visión unilateral de los problemas. —Por muy grandes que sean tu preparación y tu talento, debes oír a quienes comparten contigo esa tarea de dirección” . Y añadía: “Cuando el que manda es negativo y desconfiado, fácilmente cae en la tiranía” .
El jefe déspota y el colega que sólo ve en sus compañeros adversarios, competidores a quien debe poner zancadillas, encuentran su origen en una actitud nutrida de recelo, de quien siempre está en un round de sombra contra su prójimo. El complejo de la conspiración universal y de la supuesta siempre perversa intención ajena, hacen ver al desconfiado la vida como una carrera de obstáculos contra su semejante. De todo lo que le pasa tienen la culpa los demás. El desconfiado termina, así, por ser incapaz de dar y recibir nada que vaya más allá de la esfera de su ego. El desconfiado suele ser un personaje sin alegría y sin esperanza. Es aquel que siempre sobredimensiona los problemas y resulta miope para descubrir soluciones. Es aquel sujeto impotable que se considera acreedor de todos y deudor de nadie. El desconfiado suele, por ello, terminar muy solo y sus triunfos a menudo son pírricos. La desconfianza es un ave de mal agüero que hace su nido en la mente torcida de quien sólo piensa en sí mismo y para sí mismo.